Los gráficos son impresionantes, la banda sonora está compuesta por una obra maestra tras otra, y el mundo en general está mucho más vivo; ya no se tratan sólo de escenarios sobre los que cazar al bicharraco de turno con algo de atrezzo de fondo, sino que son ecosistemas llenos de eso, de vida. Cada monstruo tiene sus rutinas, sus interacciones con otros monstruos y con el entorno en que se mueven, sus zonas de caza, etc.
Sin embargo, el juego también comete algunos fallos que, si bien no arruinan la experiencia, sí que son un punto en contra a tener en vuenta (no todo podía ser la fantasía húmeda de los fans de los juegos anteriores...). Uno de ellos, quizás el más destacable, es que el equipo de desarrollo optó por, en lugar de diseñar un modelo para cada arma de cada monstruo, diseñar tan sólo unas cuántas variantes, unos cuantos "moldes" a los que aplican trozos de piel o de algún material del monstruo en concreto, habiendo tan sólo unas cuantas armas con diseños únicos. Sí, realmente es una decisión inteligente en cuanto a ahorro de recursos, pero esto resulta en un alto contraste con la originalidad y el encanto de las armas de juegos anteriores, donde todos, o al menos casi todos los monstruos tenían un diseño único para cada una de las armas (aquellas que se pudieran fabricar con materiales de dicho monstruo).
Otros puntos negativos a destacar son la duración de la historia principal (prácticamente pasas de matar a los monstruos más debiluchos y cutres a repeler a cañonazos a una isla viviente en dos días) y la poca, aunque comprensible, variedad de monstruos que el juego ofrece. Estos problemas, sin embargo, parece ser que se ven solucionados en Iceborne. O no, no lo sé, a lo mejor habría estado bien que la expansión no saliera en PC CUATRO MESES después de su versión en consolas.